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Posiblemente sea este uno de los
temas más sensibles y espinosos que planean en nuestras escuelas e institutos.
Sus consecuencias son imprevisibles ya que estamos hablando de niños y
adolescentes. Todos hemos visto y oído en los medios de comunicación como hay
alumnos que ponen fin a su vida por no soportar la presión a la que se
encuentran sometidos. En el ámbito escolar, la convivencia se erige como una de
las mayores preocupaciones del profesorado y las familias y exige una respuesta
adecuada, proporcional y rápida por parte de todos los miembros de la comunidad
educativa. Y esta comunidad la forman profesores, alumnos y sus familias. Todos
han de luchar conjuntamente contra al acoso escolar. Poco se podrá hacer si las
familias de los presuntamente acosados y acosadores no colaboran con el centro
educativo y su alumnado.
En la mayoría de los casos de
acoso escolar concurren dos circunstancias antagónicas:
Por un lado, la dificultad que
tiene el profesorado para detectar acciones o actitudes en sus alumnos que le
lleven a identificar indicios de acoso. Y por otro lado, las familias identifican
cualquier indicio como acoso escolar hacia su hijo o hija. Es decir, al
profesorado casi nada le parece lo suficientemente importante como para hablar
de acoso entre sus alumnos y a las familias casi todo le parece lo
suficientemente importante para hablar de acoso entre sus hijos. Y a menudo nos
olvidamos de lo más importante: el derecho de los alumnos a ser respetados y
protegidos especialmente en el ámbito escolar y este supra derecho escolar e
infantil engloba al alumno acosado como el acosador o acosadores.
La mayor dificultad del acoso
escolar es identificarlo. Qué acciones y hechos nos llevan a calificar que un
alumno se enfrenta a acoso escolar por parte de uno o varios compañeros. La
Junta de Castilla y León define el acoso escolar como “la situación de
intimidación entre alumnos en la que la víctima sufre por parte de los
agresores daños físicos y/o psicológicos, los cuales se caracterizan por la
intencionalidad y reiteración en el tiempo. Podemos observar en esta definición
de acoso escolar las dos claves definitorias de acoso: intencionalidad y sobre
todo reiteración en el tiempo pasado y presente.
Años atrás, el acoso escolar se
situaba en exclusiva en los centros educativos durante las cinco o seis horas
en la que los alumnos compartían espacios. En la actualidad, con la utilización
de aparatos digitales en la que siempre están conectados e interactúan en las
redes sociales, un alumno puede sufrir acoso las 24 horas del día y los siete
días de la semana. Deberíamos hablar de acoso entre escolares ya que cada vez
es más frecuente situaciones de acoso fuera del horario escolar. Y esto es lo
que exalta al acoso a uno de los mayores problemas escolares y sociales e
implementa la gravedad a límites hasta ahora desconocidos.
Y cuando se identifica un caso de
acoso escolar: ¿Qué hacemos, qué debemos hacer? Más allá de los protocolos que
colegios e institutos tengan establecidos, hay una medicina infalible que
soluciona rápida y eficazmente cualquier situación de acoso: la empatía.
Profesores que se ponen en el lugar de padres y madres con hijos acosados y/o
acosadores; alumnos acosadores que se ponen en el lugar del alumno que sufre
acoso; y padres y madres que se ponen en la piel de la otra familia. La empatía
es la única medicina capaz de solucionar la mayoría de los casos de acoso
escolar y social. El problema surge cuando una de las partes (especialmente el
agresor) no quiere o no es capaz de ponerse en la situación del otro. Y esto
cada vez es más frecuente debido a la súper protección familiar y escolar que
los niños gozan de instituciones y familias.
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